_04 ¿QUÉ MAL ES MENOS MALO?

Como el modelo de “cambios fijos pero regulables” dificulta la entrada de los capitales financieros y, en teoría, éstos son la clave del crecimiento económico, se supone que este modelo lo perjudica. Además, el control a la entrada de capitales, según cual sea el sistema político, propicia la corrupción. Parece, pues, que el modelo de “tipos de cambio flotantes” es claramente más ventajoso para favorecer el crecimiento de los países.

Sin embargo, aunque este modelo de “cambios flotantes” puede ser más o menos beneficioso para los países ricos, comporta riesgos desastrosos para los países pobres y emergentes. Porque los convierte muy fácilmente en víctimas de la diabólica dinámica de las “profecías que se autocumplen”: cuando los inversores creen que un país con problemas acabará mal, se van de allí en estampida y la economía de aquel país efectivamente se acaba hundiendo; en cambio, si creen que un país irá bien a pesar de que tenga dificultades, se quedan y gracias a eso el país sale adelante. Las expectativas de los mercados financieros se acaban confirmando a sí mismas.

Eso es exactamente lo que sucedió en la crisis financiera del sudeste asiático de 1997. Países enteros que hasta aquel momento eran el destino favorito del capital financiero internacional fueron abandonados de la noche a la mañana: en Indonesia, Tailandia, Filipinas o Corea del Sur el PIB se desplomó y el paro, en algunos casos, se triplicó en pocos meses. El país que mejor aguantó la crisis fue Malasia, que impuso controles a los capitales con el fin de combatirla.