_03 ¡LEVANTA LA ALFOMBRA!

¿ES CIERTO QUE LAS PATENTES SIEMPRE SON LA GARANTIA DE QUE EXISTAN NUEVOS MEDICAMENTOS? EN MUCHOS CASOS, LA LEGITIMIDAD Y LA NECESIDAD DE LAS PATENTES ES CLARAMENTE CUESTIONABLE.



Falsa innovación
Cuando un medicamento que ya existe es mejorado, se considera que estamos ante un nuevo producto –una innovación incremental– que da derecho a renovar la patente por veinte años más. Pero si estas mejoras son cambios superficiales que no suponen ningún progreso terapéutico –como por ejemplo pasar de comprimido a fórmula soluble– no hay innovación incremental sino simple perpetuación, que no debería dar derecho a renovar las patentes. Las empresas farmacéuticas intentan frecuentemente camuflar las perpetuaciones como si se tratase de verdaderas innovaciones, para alargar patentes a punto de caducar.
Adelantarse a la investigación pública
Las universidades y los centros financiados con fondos públicos hacen investigaciones que, si llegan a buen puerto, pueden tener gran impacto en el progreso científico y tecnológico. Sin embargo, a veces las empresas privadas compiten con los centros públicos haciendo una investigación idéntica en paralelo, para ser ellas las primeras en hacer el descubrimiento. Si lo consiguen podrán patentarlo. 

Esta competición es muy negativa. La innovación, al final, es la misma que habría sin la participación privada. Pero en cambio, si se patenta, queda fuera del alcance de la sociedad. Las empresas privadas deberían abstenerse de hacer las mismas investigaciones que los centros públicos para no impedir que los inventos descubiertos por éstos estén al alcance de todos.



Beneficios récord
Según la Organización Mundial de la Salud, “entre 1995 y 2002 la industria farmacéutica fue la más rentable de Estados Unidos (en términos de beneficio neto medio después de impuestos, como porcentaje de los ingresos). En 2003 mantuvo un margen de rentabilidad del 14%, tres veces superior a la media de todas las empresas incluidas aquel año en la lista Fortune 50.” ¿Para qué sirven las patentes? ¿Para hacer viable la investigación? ¿O para que el sector farmacéutico sea el que obtiene más beneficios de todo el mundo empresarial?



Publicidad
El principal gasto de las empresas farmacéuticas no es la investigación sino la publicidad. Y la mayor parte del gasto en investigación no se dedica a inventar nuevos medicamentos que curen enfermedades, sino nuevos medicamentos relacionados con el estilo de vida: la calvicie, la impotencia, etc. Por tanto, el dinero que consiguen las empresas farmacéuticas gracias a las patentes no se dedican a la innovación socialmente necesaria, sino a la publicidad y a la investigación de cosas poco prioritarias. ¿Hay que pagar los costes en las patentes si no obtenemos, a cambio, auténtica innovación?

Innovación sin patentes
La experiencia histórica nos demuestra que sin patentes también puede haber investigación. En Suiza los derechos de propiedad intelectual no existieron hasta 1907 y en Holanda hasta 1912. Y, a pesar de ello, en estos países antes de estas fechas hubo una gran cantidad de descubrimientos científicos y técnicos de gran importancia. Las patentes sólo son una parte de las garantías necesarias para la investigación.




No pisar al vecino
Cada año se registran en el mundo más de 120.000 patentes. Es imposible que los investigadores puedan saber qué ideas están patentadas y cuáles no. Un investigador que avanza en su investigación puede infringir, sin saberlo, el terreno delimitado por las patentes de otro investigador. No porque lo haya copiado, sino porque redescubre algo sin saber que ya estaba patentado. Esto hace que muchos investigadores no quieran trabajar en aquellos campos sobre los que todavía hay muchos descubrimientos por hacer, pero en los cuales también hay muchos descubrimientos ya hechos y patentados. De esta manera, quedan muchos agujeros sin investigar y la innovación se ve claramente perjudicada.

Investigación pública
Hay dos tipos de investigación: la investigación básica, aquella que hacen principalmente las universidades y los centros públicos y de donde proceden muchos nuevos descubrimientos; y la investigación aplicada, que sirve para convertir estos descubrimientos generales en fármacos concretos.
“El actual sistema de financiación de la investigación es ineficaz y nada equitativo. De acuerdo con este sistema, la investigación básica la financia el gobierno y es el sector privado el que coloca los medicamentos en el mercado, y cuando los medicamentos llegan al mercado son las empresas las que hacen acopio de los beneficios.” (J. E. Stiglitz)


Biopiratería
En las últimas décadas, algunas farmacéuticas occidentales han patentado plantas de los países del Sur y productos derivados que sirven para elaborar remedios tradicionales ancestrales. Haciendo esto, se apropian de un conocimiento que no han descubierto ellas, sólo porque nadie lo había patentado antes. Un conocimiento que existía muchos siglos antes que los caros laboratorios occidentales.

Casi la mitad de las 4.000 patentes de plantas de los Estados Unidos derivan de los saberes tradicionales de los países pobres. Este tipo de patentes no favorece en nada la innovación y el progreso científico. Al contrario, acaban impidiendo que los pueblos tradicionales puedan seguir utilizando remedios que han empleado durante siglos. El sistema de patentes actual “concede licencia a las empresas estadounidenses y europeas para robarles su propiedad intelectual –y luego les cobra por ello–.” (J. E. Stiglitz)

Enfermedades de los pobres, enfermedades olvidadas
Las enfermedades más mortíferas del mundo las padecen los países pobres. Sin embargo las compañías farmacéuticas –para las cuales la investigación en salud es un negocio– apenas hacen investigación sobre estas enfermedades. Prefieren ocuparse de los problemas de salud de los países ricos –la impotencia, la obesidad, la depresión, etc.–. Es el poder adquisitivo de la población de los diferentes países, y no la gravedad de sus enfermedades, lo que determina la investigación de las compañías privadas.

Las grandes farmacéuticas sólo dedican un 10% de su presupuesto de investigación a las enfermedades que generan un 90% de las muertes cada año en el mundo. Encontrar la vacuna contra la malaria –que provoca 1.800.000 muertos anualmente– está requiriendo desde hace tiempo centenares de millones de dólares. Todo este dinero ha procedido de los gobiernos o de fundaciones sin ánimo de lucro –entre ellas la de Bill Gates, el hombre más rico del mundo–.


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 Font dades: Informe sobre Salut Pública, Innovació i Drets de Propietat Intel·lectual, OMS 2006.